La Cigarra y la Hormiga

La Cigarra, después de cantar todo el verano, se halló sin reserva de alimentos cuando comenzó a soplar el duro viento del invierno: ¡ni una sola ración de fiambre de mosca o gusanillo!

Hambrienta fue a lloriquear por la vecindad, a casa de la Hormiga, pidiéndole que le prestase algo de grano para mantenerse hasta la cosecha.

- Os lo pagaré, le decía la cigarra, antes de que venga el mes de agosto.

La Hormiga no es prestamista: ese es su menor defecto.

- ¿Qué hacías en el buen tiempo?, preguntó la hormiga a la cigarra.

- No quisiera enojaros, le contestó; pero la verdad es que pasaba cantando día y noche.

- ¡Bien me parece! Pues, mira: así como entonces cantabas, baila ahora.

Fin



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