El sastrecillo valiente
Hace muchísimo tiempo que vivió un sastrecillo dedicado por completo a su trabajo.
Un día decidió comprar mermelada a una vendedora que la ofrecía por la calle:
- Acabaré esta chaqueta y después tomaré una rica merienda - pensó mientras dejaba las tostadas preparadas antes de terminar su trabajo. Pero ocurrió que las moscas que volaban por allí se abalanzaron golosas sobre la mermelada. El sastrecillo tomó un trapo y ¡Zas! de un golpe mató a siete.
- ¡Vaya! Esto es toda una hazaña, la ciudad y el mundo entero se enterará de lo que he hecho - se dijo. Y para celebrarlo, cosió un cinturón en el que bordó su proeza: "Siete de un golpe", y decidido a conquistar el mundo tomó un trozo de queso para el camino y también se guardó a un pobre pajarito que había quedado atrapado en unos matorrales.
Cuando atravesaba el bosque se encontró a un gigante: - ¡Apártate de mi vista, gusano miserable! - Rugió el gigante.
- ¿Y tú quién te crees que eres para hablarme así? Mira a qué clase de hombre te enfrentas - Contestó el sastrecillo mientras exhibía el mensaje grabado en su cinturón.
El gigante, que al leerlo pensó que se refería a siete hombres, decidió poner a prueba al sastrecillo: tomó una piedra con la mano y la exprimió hasta reducirla a polvo. El sastrecillo sacó el queso que llevaba, y sabiendo que el gigante no notaría la diferencia, hizo lo mismo, consiguiendo que cayeran unas gotitas de aceite. - ¿Ves? - dijo al gigante - Soy más fuerte que tu, he sacado el jugo a la piedra.
El gigante entonces lanzó otra piedra tan alto que la vista casi no podía seguirla. - Veamos si puedes repetir esto, enclenque - Retó al sastrecillo.
Éste, cogiendo al pajarito que había recogido del matorral, lo dejó libre, de forma que el animalito levantó el vuelo y se perdió en el horizonte: - Mira, gigante, la piedra que yo he lanzado, ¡Ni siquiera ha llegado a tocar el suelo!
Habiéndose ganado el respeto del gigante, accedió a pasar la noche en su casa, mas la cama que le ofreció era tan grande, que el sastrecillo apenas ocupaba una esquinita.
A media noche, el gigante, indignado porque hubiera un humano tan fuerte, golpeó la cama del sastrecillo para acabar con él, y volvió a dormirse. Cuando a la mañana siguiente vio al sastrecillo levantarse tan tranquilo, huyó presa del pánico, temeroso de que empleara su fuerza contra él.
Por su parte, el sastrecillo emprendió de nuevo su camino, no tardando en alcanzar los jardines del palacio real, donde se presentó para servir al Rey. El soberano, al ver la frase "Siete de un Golpe" en el cinturón del sastrecillo quedó impresionado.
- Te daré la mano de mi hija si terminas con los dos gigantes que amenazan nuestra ciudad. - Le ofreció. Y partió nuestro amigo hacia el bosque, donde eligió dos piedras bien grandes y aguardó subido a un árbol la llegada de los colosos. Cuando éstos se tumbaron para descansar, lanzó a cada uno una pedrada certera. Ambos despertaron y pensaron que había sido el otro quien les había golpeado. Comenzó una pelea entre ellos que acabó con los dos derribados en el suelo.
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El sastrecillo, ufano, fue a recoger su recompensa, pero el Rey tenía una nueva tarea que encomendarle: - Atraparás al unicornio que vive en el valle, sólo después podrás desposar a mi hija. El sastrecillo esperó con paciencia delante de un árbol del valle a que apareciera el unicornio. El animal, al verle, embistió con tal fuerza, que no pudo cambiar la trayectoria cuando el sastrecillo se apartó, y se quedó clavado al árbol. El sastrecillo, contento, se dirigió a recoger su recompensa.
- Sólo una cosa más - pidió el Rey -, deberás librarnos de un jabalí gigante que acecha las murallas de nuestra ciudad. Esta vez, nuestro héroe se apostó a las puertas de una pequeña ermita, esperando al jabalí. Cuando la enorme bestia arremetió contra el sastrecillo, éste se metió en la ermita y escapó por la ventana, rodeando el edificio hasta alcanzar la puerta y cerrarla. El jabalí como era muy grande, no podía saltar tanto y se quedó atrapado dentro.
Animoso, volvió el sastrecillo a ver al Rey para darle las buenas noticias, y esta vez, libre el reino de gigantes, unicornios y jabalíes feroces, anunció a su pueblo: - He aquí el futuro esposo de mi hija y heredero mío: el que mató a siete de un golpe. Grandes aplausos y vítores acompañaron sus palabras, y muchos fueron los días felices que recompensaron la valentía de este sastrecillo.
Fin