El mito de Narciso
Adaptación de E.P.R.

Hace mucho tiempo, en la antigua Grecia, vivía un joven pastor muy atractivo. Aquel chico se llamaba Narciso.

No había ninguna chica que pudiera enamorarlo. Ni siquiera la diosa Eco pudo conquistar su corazón.

Un día paseando cerca de un arroyo, quiso beber y al acercarse al agua, pudo contemplar una imagen que lo dejó atónito. Sobre la superficie del agua se veía la cara de un chico de una belleza inigualable.

Él quedó maravillado e intentó hablarle, pero en el agua sólo veía como aquel precioso rostro también abría la boca, pero sin decir nada.
Narciso alargó el brazo para tocarlo, y ese chico también alargó el brazo, pero cuando parecía que estaba a punto de tocarlo y puso el brazo en el agua, la imagen se hizo borrosa y terminó desapareciendo.

Durante muchos días se repitió la misma historia. Narciso estaba completamente perturbado y ni siquiera escuchaba la voz de la diosa Eco, que le decía que estaba enamorada, y le avisaba de que lo que veía en el agua era, en realidad, su propio reflejo.

Finalmente un día, Narciso enloqueció completamente por aquella belleza del río, se tiró al agua pensando que era la única manera de poder encontrarlo. Narciso buscó y buscó a ese chico misterioso bajo el agua y por su obsesión acabó ahogado.

En el lugar donde Narciso había pasado horas y horas contemplando, sin ser consciente de ello, su propio reflejo, nació una flor muy hermosa, una flor que se llama narciso.


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