El elefante
Adaptación de un cuento de Rudyard Kipling

Hace mucho tiempo, cuando los elefantes no tenían trompa, vivía en una familia de elefantes, un elefantito curioso.
En aquellos días los elefantes tenían una nariz negra y abultada.
El elefantito curioso siempre hacía preguntas a sus parientes. Pero sus parientes, el peludo babuino, el patilargo avestruz, la jirafa de piel manchada, el gordo tío hipopótamo y los demás sólo le daban patada por contestación.

Una hermosa mañana, el elefantito se levantó con unas ganas terribles de preguntar.
Había encontrado un pregunta preciosa:
- ¿Qué come el cocodrilo al mediodía?
Todo el mundo gritó y se asustó, y al elefantito le dieron muchas patadas por preguntón.
Cuando terminaron de darle patadas, el elefantito se acercó al pájaro kolokolo, que estaba sentado en una rama, y le dijo:
- Todos mis parientes me dan patadas por preguntón, pero yo quiero saber qué como el cocodrilo al mediodía.
Y el pájaro kolokolo dio un grito y contestó:
- Vete a la orilla del gran río verde, gris y sucio; allí sabrás la respuesta.

A la mañana siguiente, el elefantito preguntón preparó la comida para muchos días, y dijo a sus parientes:
- Adiós, me voy al gran río gris, al río verde y sucio.
Caminó durante muchos días.
Al fin llegó a las orillas del gran río, tal como le había dicho el pájaro kolokolo.

Y creyó que había un tronco grande y era el cocodrilo.
El cocodrilo le hizo un guiño con el ojo.
- ¿Has visto un cocodrilo por estos apartados lugares?
El cocodrilo le guiñó el otro ojo y dijo:
- Ven aquí pequeño, porque yo soy el cocodrilo.
- Eres el que he estado buscando durante tanto tiempo. ¿Quieres decirme lo que comes al mediodía?
- Acércate, pequeño, que te lo diré al oído.

El elefantito se acercó su cabeza a la boca del cocodrilo y el cocodrilo le agarró por la nariz.
- Me parece, dijo el cocodrilo, que hoy comeré elefantito.
Y el elefantito, muy asustado, dijo:
- ¡Suéltame, que me hace daño!
El elefantito se sentó y apoyó su trasero en la orilla y tiró, tiró y tiró.
Y la nariz empezó a crecerle.

El cocodrilo desde el agua, tiraba, tiraba y tiraba, y la nariz del elefantito se estiraba mucho más.
El elefantito sintió que las patitas se le escurrían, y dijo hablando por la nariz, que ya medía unos dos metros:
- ¡Me duele muchísimo!

Una serpiente que se arrastraba por allí, al oír al elefantito se enroscó en sus patas y empezó a tirar muy, muy fuerte.
La serpiente tiraba, el elefantito tiraba y el cocodrilo tiraba ... Pero el elefantito y la serpiente tiraban más fuerte, y al final, el cocodrilo soltó la nariz y se dio un golpe tan fuerte en el agua que se oyó por todo el río.
El elefantito se quedó sentado. Miró su nariz y la metió en el río para refrescarla. Se había convertido en una auténtica trompa.

Descubrió que con la trompa podía hacer cosas que nunca había sospechado.
Después de unos días volvió a su casa, meneando y levantando la trompa; podía coger fruta de los árboles, coger hierba del suelo, espantarse las moscas, refrescarse duchándose con agua y barro, y cantar cuando se sentía solo.

Una noche oscura llegó donde estaban sus parientes, levantó la trompa y dijo:
- ¿Cómo estáis?
Todos se alegraron mucho al verle, y enseguida, dijeron:
- ¡Ven aquí que te daremos patadas por preguntón!
- ¡Bah!, dijo él, me parece que no sabéis golpear. ¡Fijaos en mí!

Desenrolló la trompa y se puso a golpear a los parientes.
- ¡Ay! ¡Ay! ¿Dónde lo has aprendido? ¿Qué le ha pasado a tu nariz?

Dijo el elefantito:
- Cuando le pregunté al cocodrilo qué comía al mediodía, me regaló esta nariz nueva y larga.
- Pues es una nariz feísima, contestaron sus parientes.
- Será muy fea, pero es muy útil, contestó el elefantito mientras seguía dando golpes a sus parientes.

Después de unos días, su familia ya no podía resistir más, y todos los elefantes fueron a la orilla del río gris, verde y sucio, para que el cocodrilo les regalara narices largas.

Desde entonces, todos los elefantes tienen una trompa como la del elefantito preguntón.


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