Pedro, el chico

Había una vez un padre que tenía tres hijos y no les podía dar de comer.
El hijo mayor se marchó lejos a buscar trabajo.
Llegó a casa de un labrador que era muy rico, pero avaro. El labrador le dio trabajo. Hicieron un trato: si uno de los dos se enfadaba, el otro le daría palos.

El amo mandó al muchacho a guardar las mulas. Le puso como condición que debía regresar por la noche, con una mula riendo y la otra bailando.

El muchacho, muy preocupado, no sabía cómo hacer reír a una mula y bailar a la otra. Regresó con las mulas, y sin que nadie le viera, se marchó porque tenía miedo de que el amo le diera palos.
Volvió muy asustado a su casa y explicó a su padre lo ocurrido.

El hermano mediano también salió a buscar trabajo, y le ocurrió lo mismo que al mayor, y también regresó a su casa asustado.
Luego llegó el turno al hermano pequeño que se llamaba Pedro y chico, muy chico.

El labrador lo tomó como mozo, y le puso la misma condición que había puesto antes a sus hermanos: si se enfadaba, le daría de palos.
Pedro aceptó el trato, pero le dijo al amo:
- Si el que se enfada sois vos, seré yo, quien os dé de palos.

El amo le mandó también guardar las mulas y también le dijo que tenía que regresar con una mula riendo y otra bailando.
Pedro, se puso a pensar cómo podía hacerlo y decidió cortar el morro a una mula, y cortar una pata a la otra. Miró a la primera, y parecía que reía. Miró a la segunda, y parecía que bailaba.

El labrador al ver que las mulas ya no le servían, se enfureció, pero en aquel momento, Pedro le preguntó:
- ¿Os enfadáis, señor?
Y el amo contestó:
- ¡No!
El labrador y su mujer se dieron cuenta de que Pedro era más listo que ellos y decidieron hacerle desaparecer.

Al día siguiente, le mandaron a apacentar el rebaño de ovejas a una montaña.
Allí había un gigante que se comía a todo el que encontraba. Pedro, antes de salir de casa cogió un requesón, un palomo y un cordel. Cuando llegó a la montaña, se encontró enseguida con el gigante.

El gigante dijo a Pedro:
- ¿Quieres que veamos quién de los dos tiene más fuerza?
Pedro contestó:
- Sí.
Entonces el gigante cogió una piedra y la tiró lejos, muy lejos. Luego dijo a Pedro:
- Vamos a ver si consigues tirar la tuya más lejos.
Pedro entonces, en lugar de tirar una piedra, soltó el palomo. El palomo voló lejos, muy lejos, mucho más que la piedra.

El gigante se sorprendió y dijo:
- Vamos a probar otra vez.
Cogió una piedra y de un solo puñetazo, la aplastó.
Pedro cogió el requesón, que parecía una piedra, y le dio un puñetazo y lo dejó más aplastado que la piedra del gigante.

El gigante se sorprendió y dijo:
- Vamos a probar otra vez.
Y de un tirón arrancó de cuajo un roble de los más altos y robustos.
Pedro, sacó el cordel que llevaba y ató quince robles muy altos. El gigante sorprendido le preguntó:
- ¿Qué haces?
Pedro le contestó:
- Yo, los árboles los arranco de quince en quince. Por esto primero los ato con un cordel.
El gigante, sorprendido, dijo:
- No es necesario que lo hagas, ya que me vas a dejar sin árboles; no, no, ya te veo capaz de hacerlo.

Entonces el gigante tuvo miedo de Pedro y decidió acabar con él, pero Pedro se escapó.
Por el camino, se encontró con un comerciante que le compró todas las ovejas y le dio una bolsa llena de monedas de oro.

Pedro regresó a su casa y dijo a sus amos que el gigante le había robado todas las ovejas. El labrador refunfuñó y Pedro le preguntó:
- ¿Os enfadáis, señor?
Y el amo contestó:
- ¡No!

El labrador avisó a Pedro que sólo podía quedarse en su casa hasta que se oyera cantar al cuclillo.
Para que Pedro se marchara, el labrador le dijo a su mujer:
- Esta madrugada, subes a una rama del árbol que hay en el jardín y desde allí imitas el canto del cuclillo.
Pedro oyó la conversación y se preparó …
Cuando de madrugada, oyó cantar el cuclillo, abrió la ventana y disparó la escopeta.

Seguidamente, se marchó a buscar al labrador y le dijo:
- El cuclillo no cantará más.
El labrador salió asustado a ver que había ocurrido. Trató de despedir a Pedro, pero el muchacho, le dijo:
- No me iré si antes no me das el dinero que me corresponde.
El amo le pagó sus servicios y Pedro se marchó hacia su casa.







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