El lobo y las siete cabritas

En un claro del bosque, en una acogedora casita cerca del río, vivían siete cabritas con su madre.

Su vida habría transcurrido sin preocupaciones de no ser por el lobo feroz, que las acechaba para comérselas.

Mamá cabra les había dado instrucciones para protegerse mientras ella no estuviera en casa.
- No abráis la puerta a nadie cuando yo esté fuera. El lobo es muy listo e intentará engañaros con trucos y argucias. Es muy peligroso, y no quiero que os pase nada. Advirtió la cabra a sus hijas.
- Vete tranquila, mamá, tendremos mucho cuidado, contestaron las cabritas.
No había pasado mucho tiempo cuando alguien llamó a la puerta:
- ¡Toc, toc!
- ¿Quién es?, preguntó una cabritilla.
- Soy vuestra mamá, abrid la puerta para que entre. Respondió el lobo.
- No puedes ser nuestra mamá, ella tiene la voz suave y dulce y la tuya es ronca y fea.

Disgustado porque le hubieran descubierto, el lobo volvió a su guarida y tomó una infusión de flores con miel para que se le aclarara la voz. También hizo gárgaras con claras de huevo para que sonara más aguda, y de nuevo intentó suerte en la puerta de la casa de las cabritas.
- ¡Toc, toc!, llamó el lobo.
- ¿Quién es?, preguntó una cabrita.
- Soy vuestra mamá, contestó el lobo con voz aflautada y fina.
- Enséñanos la patita por debajo de la puerta, pidió la segunda cabrita.

El lobo hizo lo que le pedían, pero las cabritas gritaron:
- ¡No eres nuestra mamá! Ella tiene las patas blancas como la nieve, y las tuyas están negras y sucias.

El lobo, cada vez más hambriento y enfadado, se dirigió a un molino cercano y metió las patas en harina, de forma que parecían blancas.
- ¡Toc, toc!, llamó el lobo en un nuevo intento de comerse a las cabritas.
- ¿Quién es?, preguntaron éstas.
- Soy vuestra mamá, abrid. Dijo el lobo con la voz aún aguda.
- Enséñanos la patita por debajo de la puerta, reclamaron ellas.

Al ver la pata blanca del lobo, una de las cabritas pensó que sería su mamá y abrió la puerta.
- ¡Ya os tengo!, dijo el lobo antes de abalanzarse sobre las cabritas y comerse sin masticar a todas menos la más pequeña, que se escondió dentro de la estufa.

Cuando mamá cabra volvió, la pequeña cabrita le contó lo que había sucedido.
- Vayamos a pedir ayuda, dijo la cabra. Pero cuál no sería su sorpresa al salir y ver al lobo durmiendo junto al río.
- Corre a casa y tráeme la caja de costura, ordenó a su hijita mientras ella traía piedras de la orilla.

Con mucho cuidado y en silencio para no despertar al lobo, mamá cabra abrió la barriga del lobo y sacó de allí a sus hijas, que volvieron a casa corriendo. Después de rellenarle la tripa con piedras, volvió a coser al lobo, y se reunió con las siete cabritas, a las que abrazó y llenó de besos, contenta.

Cuando el lobo despertó, se sintió sediento:
- ¡No sabía que comer cabritas diera tanta sed!. Y cuando se inclinó para beber, el peso de las piedras le hizo caer al agua, de donde no pudo salir y se ahogó.

Y en su casa, la mamá y las cabritas celebraron verse libres de la amenaza con gran alegría y una lechuga de cena.

Fin


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